En Bergen llueve 320 días al año. Pero cuando digo llueve, es eso, llover. No caen cuatro gotas, no. Cuando cae, diluvia y de forma imprevisible, puesto que el tiempo cambia cada diez minutos. Con esta información, lo más sensato es salir a la calle con un buen paraguas y con un impermeable, y con la actitud de estar seguro que, más pronto que tarde, caerá un chaparrón.
Pero Bergen bien lo vale. Es una ciudad preciosa, situada en un
fiordo magnífico. Todos los que provenimos del mundo mediterráneo buscamos en
las ciudades un patrimonio cultural y arqueológico que se acerque temporalmente
al nuestro. Esto en el Norte es imposible. El hecho de que cualquier edificio,
público o privado, se construyera en madera, reduce mucho sus posibilidades de
perdurabilidad.
Restauración tras restauración, en Bergen han podido recuperar las casas de los habitantes de la Liga Hanseática (La Hansa), la federación de comercio de las ciudades del Báltico. Vale la pena pasear por esas callejuelas y disfrutar de las casas, en las que se han instalado comercios con encanto, como éste que fotografié, de ropa de casa realizada con bordados noruegos y encajes.
Restauración tras restauración, en Bergen han podido recuperar las casas de los habitantes de la Liga Hanseática (La Hansa), la federación de comercio de las ciudades del Báltico. Vale la pena pasear por esas callejuelas y disfrutar de las casas, en las que se han instalado comercios con encanto, como éste que fotografié, de ropa de casa realizada con bordados noruegos y encajes.