En otro de mis posts os prometí compartir otras fotografías del maravilloso Templo de Angkor y hoy cumplo con la promesa.
Cuesta mucho elegir una fotografía que ilustre la experiencia inigualable de visitar Angkor. Cualquier palabra se queda corta.
La visita no puede realizarse en un día, ni tan siquiera aquellas que programan los touroperadores para turistas, de los que yo llamo "de prisas". Por eso, la mayoría de tours pernoctan en la próxima Siem Reap, por cierto, una ciudad que ha experimentado un crecimiento espectacular en los últimos tiempos, plagada de restaurantes, tiendas de souvenirs y locales de "cenas folklóricas", de las que tanto huyo cuándo me las ofrecen. Al principio de mis viajes, caía en la trampa de pensar que era una buena forma de vivir el folklore del país, pero tras varias experiencias, ni me acerco. La peor experiencia en Xian, en China. Ya os lo contaré otro día.
El primer día, por la tarde es precioso visitar la parte del templo central, el Bakan, al que se accede por unas empinadísimas escaleras por las que, si cuesta subir, es casi imposible bajar. Más de una persona tiene ataques de vértigo. Vale la pena aprovechar la puesta de sol para hacer espectaculares fotografías.
Al día siguiente, lo mejor es dedicarse al resto del recinto de Angkor Wat y visitar sin excusa Angkor Thom. Es justamente ahí dónde se rodó la película Lara Croft, a imagen del videojuego Tomb Raider. La selva ha engullido, literalmente, las estructuras civiles y religiosas del templo. Árboles de unas alturas inconcebibles y de troncos que no podrían abarcar ni diez personas con las manos enlazadas se presentan ante los ojos. Sus raices se adentran en los muros como si fueran mostruosas serpientes. Es precioso. Es un paisaje insólito y único en el mundo combinado con una arquitectura fantástica que se rinde ante la naturaleza.