Los seres humanos tenemos tendencia a los elementos. Amamos el agua, el fuego y la tierra. Parece que sean los nexos de cada uno de nosotros con el planeta. Desde nuestros ancestros estos elementos han sido, primero temidos y después dominados, pero sólo hasta cierto punto.
Cuando cualquiera de ellos se desborda, tenemos un problema y la impotencia nos invade. Incluso cuando están controlados por la propia Naturaleza.
Esa es la sensación que tuve cuando iba a bordo del Maid of the Mist, navegando hacia la base de las cataratas del Niágara desde el lado Canadiense hacia el del Estado de Nueva York.
El viaje dura apenas media hora, pero es un cúmulo de sensaciones: vista, oido, tacto. Cuando ves la cantidad de agua que cae desde lo alto del acantilado te parece que no es posible. Y es en ese momento cuando el oido te ayuda a entender la potencia de la caida. Y a medida que te vas acercando la neblina te va mojando hasta acabar con todo el pelo mojado.
En la fotografía que hoy comparto se puede apreciar el barco navegando hacia la base de la catarata. Apenas hacía una hora que habíamos sido nosotros los afortunados de hacer ese maravilloso viaje mojado.