Milán es famosa por su Duomo, por el Castillo Sforzesco, las Galerías de Vittorio Emmanuelle, el Teatro alla Scala y el Cenáculo de Leonardo da Vinci. Pero hay un tesoro que poca gente visita y, en cambio, es maravilloso.
Se trata de la Basílica de Sant'Ambroggio. Es una de las iglesias más antiguas de la cristiandad cuyos inicios datan del siglo IV, construida en la zona en la que fueron martirizados los cristianos víctimas de las persecuciones romanas.
Está construida en materiales muy humildes, ladrillo y yeso, por voluntad del propio Sant'Ambroggio que quiso contraponerla al lujo que provenía de Oriente.
Os aconsejo que la visitéis con calma, paseando por sus naves y por el ábside, pero lo que no os podéis perder es la cripta en la que reposan los restos incorruptos de los santos obispos de Milán a los que está dedicado el templo.
El silencio rompe los oidos, y la paz y tranquilidad del lugar os harán encontrar ese momento de calma y reposo que cualquier viajero necesita tras un día intenso de visitas y ajetreo.