Oslo es una ciudad típica Báltica. Mucho frío, mucha lluvia y si tienes suerte con el tímido sol, una ciudad para pasear. El centro es relativamente pequeño y se puede hacer a pie.
Una de las atracciones más
importantes de Oslo es el parque de Vigeland, o parque de las esculturas,
creado por el escultor noruego Gustav Vigeland a principios del siglo XX por
encargo de la municipalidad de Oslo.
El conjunto de esculturas se
corona mediante un monolito de granito, de más de 17 metros, plagado de
esculturas humanas desnudas con sus cuerpos entrelazados.
Pero, personalmente, a mi me
fascinaron tres esculturas: el cuerpo de un bebé en postura fetal en el seno
materno, el niño enrabiado y una estatua de dos ancianos.
Comparto con vosotros la imagen
de la escultura del niño enrabietado, el Sinnataggen, que ha llegado a
identificarse como símbolo de Oslo. Me hizo muchísima gracia ver su carita y su
postura. ¡Cuántos de nosotros hemos visto niños en casa igual que éste, con esa
pose y con sus muecas!.
Todo el parque es una delicia,
plagado de vegetación, rosas, estanques, puentes, puertas preciosas y cancelas
dignas de palacios.Si alguna vez teneis ocasión, aprovechad para dar un
buen paseo y suspirad para que el tiempo os acompañe. Aunque sea así, llevaros
un buen paraguas, el tiempo cambia en diez minutos.