La fotografia que hoy comparto es un trampantojo. Algo que parece pero
que no es. Si nos preguntaran dónde está lo que vemos, inmediatamente
diríamos que en Egipto. Seguro que ese es su origen y de dónde nunca
debió salir, pero no. No es Egipto. Es San Petersburgo.
Se trata de una de las cinco esfinges situadas al lado del puente de la Anunciación sobre el río Neva, con el que se integran a la perfección. Especial es la que os muestro con la cara de Amenofis III, que vivió 3500 años atrás, al que vinculan especialmente con el mundo de los muertos, así que nada mejor que un faraón de la oscuridad para una ciudad en la que se dan las noches blancas.
Estas esfinges provienen de la antigua Tebas. Fueron halladas en las campañas arqueológicas del siglo XIX y fueron trasladadas a Alejandría, donde fueron adquiridas por el ruso Andrei Moraviov, diplomático y escritor, en su viaje de peregrinación a Jerusalén.
Tras un viaje de más de un año, las esfinges se colocaron en el jardín de la Academia Imperial de las Artes hasta su asiento definitivo en 1830.
A estas esfinges les persigue una leyenda negra. Se dice que enloquecen a quien les mira los ojos. Los avatares del viaje, los cambios de localización y los daños que han sufrido a lo largo de ellos, no han hecho más que incrementar esa leyenda. Y si a eso se le une la leyenda urbana de que todos los ahogados en el rio Neva aparecen bajo sus pies... la profecía parece más que cierta.
Se trata de una de las cinco esfinges situadas al lado del puente de la Anunciación sobre el río Neva, con el que se integran a la perfección. Especial es la que os muestro con la cara de Amenofis III, que vivió 3500 años atrás, al que vinculan especialmente con el mundo de los muertos, así que nada mejor que un faraón de la oscuridad para una ciudad en la que se dan las noches blancas.
Estas esfinges provienen de la antigua Tebas. Fueron halladas en las campañas arqueológicas del siglo XIX y fueron trasladadas a Alejandría, donde fueron adquiridas por el ruso Andrei Moraviov, diplomático y escritor, en su viaje de peregrinación a Jerusalén.
Tras un viaje de más de un año, las esfinges se colocaron en el jardín de la Academia Imperial de las Artes hasta su asiento definitivo en 1830.
A estas esfinges les persigue una leyenda negra. Se dice que enloquecen a quien les mira los ojos. Los avatares del viaje, los cambios de localización y los daños que han sufrido a lo largo de ellos, no han hecho más que incrementar esa leyenda. Y si a eso se le une la leyenda urbana de que todos los ahogados en el rio Neva aparecen bajo sus pies... la profecía parece más que cierta.