Recién aterrizada de mi último viaje, quiero compartir con vosotros
mis primeras sensaciones. Viajar a Armenia no puede dejar indiferente a
nadie. Es un país espectacular, intenso, emocional. Su orografía no es
más que el fiel reflejo del carácter y la fortaleza del pueblo que lo
habita desde hace miles de años.
La Armenia actual ocupa sólo un
diez por ciento del territorio que antaño le perteneció. Es lo
que los armenios llaman la Gran Armenia, territorio que se extendía
desde el Mar Negro hasta el Mar Caspio. Dividida posteriormente entre el Imperio Otomano y el Imperio ruso, sufrió en 1915 (justo este año se celebra el centenario) un genocidio de manos de los otomanos en el que fueron asesinados más de un millón y medio de armenios. La mayoría de los supervivientes a la masacre se dispersaron por todo el mundo a través de Siria y Líbano, en lo que se denomina la diáspora. En la actualidad la población de Armenia es de 3 millones de habitantes. Imaginad, pues, la magnitud del genocidio.
El pueblo armenio es un pueblo orgulloso de su identidad, ama a su tierra y a su patria por encima de todo y siente su patriotismo incluso cuando vive en el extranjero. Su sentimiento hacia los armenios que vivien en la provincia autónoma de Nagorno-Karabaj hace que no tengan ningún inconveniente en dedicar esfuerzos a que esta província pueda vivir en paz y decidir su futuro.
En nuestro viaje hemos podido comprobar los múltiples actos que se celebran para conmemorar el holocausto armenio y, también, la ignorancia de gran parte de occidente de esa masacre. Si el holocausto judío en manos de los nazis es mundialmente conocido, el de los armenios en manos de los turcos ha quedado sin reconocer. Baste decir que el Papa Francisco ofició una misa hace poco para reconocer oficialmente el holocausto armenio y ha tenido como consecuencia unas tensas relaciones entre el Vaticano y Turquía. Los turcos nunca han querido reconocer el genocidio, a pesar de que los armenios eran ciudadanos del imperio otomano, claro que con diferencias notables, la principal que Armenia fue el primer estado del mundo en adoptar la religión cristiana y los turcos les querían imponer el Islam. Además los armenios eran un pueblo muy culto y muy comerciante, lo que incomodaba a los turcos en sus transacciones comerciales.
La fotografía que hoy comparto es un homenaje al pueblo armenio que sufrió la masacre. Se trata del Memorial del Genocidio que se encuentra en la capital, Yereván. Cada mes de abril, miles de armenios visitan este lugar y depositan millones de flores para recordar que su pueblo fue torturado y asesinado por aquéllos que debían protegerles. El Museo del Genocidio, que se encuentra en ese mismo lugar, da testimonio gráfico de la barbarie que niños, mujeres, ancianos, hombres, en definitiva un pueblo, tuvo que sufrir en los asesinatos masivos, torturas o en la diáspora. Sus descendientes recuerdan la muerte de sus abuelos, de sus padres y de sus amigos como su fuera la suya propia.