Pasear por San Petersburgo es
admirar una gran ciudad. Todo en ella es monumental, sus palacios, sus canales,
sus avenidas, sus catedrales. Y digo bien, catedrales. En San Petersburgo hay
tres: Nuestra Señora de Kazan, la Catedral de San Isaac y la denominada Iglesia
del Salvador sobre la sangre derramada.
La foto que comparto es
precisamente de ésta última. Es una toma totamente vertical. Es decir, la
cámara en el suelo enfoncando hacia el seno de la cúpula en la que aparece,
precisamente, la imagen del Salvador (Pantocrátor).
Es una iglesia espectacular, no
hay ni un solo centímetro de muro o de suelo que no tenga color o decoración.
La riqueza de los materiales, los vivos colores, los mármoles, las piedas
semipreciosas, las ágatas, el ónix, el lapislázuli... tienes la sensación de
encontrarte dentro de algo único. Y nada de eso es pintura, todo son mosaicos
que forman una de las mayores colecciones de mosaicos monumentales de Europa.
El nombre de la Catedral tiene
sus orígenes en el hecho luctuoso que originó su construcción. El Zar Alejandro
III de Rusia hizo levantar el templo justo en el lugar donde dos años antes
murió su padre, Alejandro II, víctima de un atentado terrorista perpetrado
durante su visita habitual a los acuartelamientos de San Petersburgo. Justo en
uno de los laterales del templo se levanta un baldaquino en el lugar donde cayó
el Zar herido de muerte.
Recientemente ha sido restaurada
recuperando todo el esplendor de la época zarista.
El lugar donde se asienta es
igualmente hermoso. El canal Griboyédova, la cercana avenida Nevsky concurrida
y bulliciosa, la plaza de las Bellas Artes, con sus teatros y museos...
No dudeis en visitar la ciudad,
pero si lo haceis aprovechad los meses de julio y agosto... a partir de
septiembre hace mucho frío!