ITERUM.
Visitar el Palacio Pushkin, o también llamado Palacio de Verano de
Catalina la Grande es adentrarse en el mundo del lujo desorbitado, de
aquél que parece imposible de digerir con la vista, y más aún con el
intelecto, pensando en la opulencia casi pornográfica en la que vivían
los soberanos, mientras que en su país la mayoría de campesinos eran
esclavos.
Cada una de las salas que recorres te deja con la boca abierta. Bien organizado, cronológicamente impecable, el paseo te va transportando a cada una de las épocas durante la cuales se implantó la monarquía de los Romanov, su consolidación y su final.
Las salas más espectaculares, como no, son las dedicadas a la gran zarina Catalina. Mobiliario, indumentaria, objetos decorativos de incalculable valor... todo se muestra al visitante en un continente que todavía es más espectacular. Baste nombrar el salón de baile y el salón de ámbar (reconstruido) que muestran la grandeza de Rusia en el momento de su construcción.
Salir al jardín es una experiencia para los sentidos. Una parte de esa inmensidad está ocupada por el jardín francés (mucho más domesticado) y otra por el jardín inglés (más acorde con el estilo campestre). Ambos espectaculares, con lagos, estanques y pabellones por los cuatro costados.
La fotografia que hoy comparto es la del pabellón del baño superior. En este pabellón tuve una de las experiencias artísticas más impresionantes de mi vida. Por sorpresa, entré y allí encontré un quinteto de hombres que, al vernos, sacaron un diapasón, afinaron sus voces y se pusieron a cantar a capela una melodía gregoriana, cada uno en su tesitura musical, con una armonía perfecta y con unas voces espectaculares. Sólo os puedo decir que fue tal mi emoción que no pude contener las lágrimas y brotaron como hacía mucho tiempo no sucedía, mientras me costaba mucho respirar. ¿No dicen que esos son los síntomas del síndrome de Stendhal?.
Cada una de las salas que recorres te deja con la boca abierta. Bien organizado, cronológicamente impecable, el paseo te va transportando a cada una de las épocas durante la cuales se implantó la monarquía de los Romanov, su consolidación y su final.
Las salas más espectaculares, como no, son las dedicadas a la gran zarina Catalina. Mobiliario, indumentaria, objetos decorativos de incalculable valor... todo se muestra al visitante en un continente que todavía es más espectacular. Baste nombrar el salón de baile y el salón de ámbar (reconstruido) que muestran la grandeza de Rusia en el momento de su construcción.
Salir al jardín es una experiencia para los sentidos. Una parte de esa inmensidad está ocupada por el jardín francés (mucho más domesticado) y otra por el jardín inglés (más acorde con el estilo campestre). Ambos espectaculares, con lagos, estanques y pabellones por los cuatro costados.
La fotografia que hoy comparto es la del pabellón del baño superior. En este pabellón tuve una de las experiencias artísticas más impresionantes de mi vida. Por sorpresa, entré y allí encontré un quinteto de hombres que, al vernos, sacaron un diapasón, afinaron sus voces y se pusieron a cantar a capela una melodía gregoriana, cada uno en su tesitura musical, con una armonía perfecta y con unas voces espectaculares. Sólo os puedo decir que fue tal mi emoción que no pude contener las lágrimas y brotaron como hacía mucho tiempo no sucedía, mientras me costaba mucho respirar. ¿No dicen que esos son los síntomas del síndrome de Stendhal?.