ITERUM.
Tengo que confesar mi absoluta admiración por Santa Maria dei Fiori. Pero es que además, para añadirle mayor encanto, está en Florencia, sinónimo de arte en mayúsculas.
Tengo que confesar mi absoluta admiración por Santa Maria dei Fiori. Pero es que además, para añadirle mayor encanto, está en Florencia, sinónimo de arte en mayúsculas.
El conjunto arquitectónico
formado por la Catedral, el Campanario y el Baptisterio es colosal. Todos estos
elementos son singulares y emblemáticos. Intentaré explicar por qué.
Florencia, a inicio del Renacimiento,
era una ciudad poderosa sede de la mayoría de familias ricas de comerciantes y
nobles. Entre ellos rivalizaban en poder y ostentación, lo que propició el
desarrollo de las artes y las ciencias.
Santa Maria dei Fiori fue un
claro ejemplo. Brunellesci diseñó y construyó la magnífica cúpula utilizando
por primera vez la técnica de anular los empujes horizontales y, así, aligerar
el peso que soporta. Esa cúpula se considera la transición entre el Gótico y el
Renacimiento.
Pero además, Giotto añadió al
Duomo un campanile de una belleza extraordinaria, desde el cual se divisa una
de las vistas de Florencia más espectaculares.
Pero personalmente, me encanta el baptisterio. Un
pequeño templete frente a la puerta de la Catedral cuyas puertas, a mi entender
uno de los máximos exponentes del arte universal, fueron realizadas por
Ghiberti, ganador del concurso que se convocó y al cual acudieron los mejores
escultores de la época, Brunellesci incluído, que al no resultar elegido dejó
su faceta de escultor para siempre.