Nada mejor que un mito para despertar el interés por un lugar, una ciudad, un país, un lago... Ese es el caso de Troya y su caballo, arma de guerra utilizada por los griegos para invadir la ciudad.
Los troyanos, ilusos ellos, pensaron que los griegos les ofrecían un presente como símbolo de la victoria, cuando en realidad era un artilugio que escondía en su interior a los guerreros griegos que tenían como misión adentrarse en los muros de la ciudad y asesinar a los centinelas para abrir las puertas a las tropas helenas que sitiaban Troya.
Tal como te cuentan en la visita, la primera referencia a esa efemérides se halla en la Odisea de Homero.
Cuando visitas Troya lo primero que sorprende es el inmenso caballo de madera que se halla a las puertas del recinto arqueológico, una réplica, por supuesto, y además bastante idealizada. Así que, más que interés histórico, tiene interés turístico-pedagógico. Se puede ascender por la escalera y asomarse por las ventanas que tiene el caballo.
Pero lo verdaderamente interesante es la propia ciudad. Una ciudad con diez niveles de ocupación a lo largo de la Historia que han ido desentrañando las distintas campañas arqueológicas de equipos europeos desde el siglo XIX.
En el año 1998 fue declarada Patrimonio Universal de la Humanidad por la UNESCO.