Ayer compartí con vosotros una imagen de la tundra de Noruega. Hoy os muestro otra fotografía que tomé justamente antes de empezar el ascenso a las montañas. El lugar me fascinó.
La fotografía corresponde a una granja situada en la base de una cascada. El río atravesaba el terreno y la humedad reinante había cubierto todo el paisaje de un manto verde, que derivaba en tonos pardos propios de una tierra fértil, casi compost, y de las esquirlas de pizarra que lo llenaban todo.
Pero lo que más me sorprendió fueron los tejados de las casas sembrados de hierba como es costumbre en esos parajes. Los techos cubiertos con una capa de hierba son característicos de varios países nórdicos europeos, y se remontan a la Edad Media, en la que los vikingos empezaron a utilizar este método como aislante térmico.
Algunos os preguntaréis cómo puede ser que se mantengan en perfecto estado y que las hierbas no crezcan sin orden ni concierto. Pues os diré: son las cabras las que se suben a los tejados y se encargan de dejarlos impecables. Una solución ecológica y perfecta.