miércoles, 16 de septiembre de 2015

SON LAS FOTOGRAFIAS DE MIS VIAJES. ITERUM. Tadoussac. Canadá.

ITERUM
Ya os comenté en otro post que mucho de mi material fotográfico no es digital. Empecé a hacer fotos cuando eso de la era digital quedaba todavía muy lejos. Pero no os podeis imaginar el placer de coger las cajas y los álbumes de fotos en papel e ir pasándolas una a una mientras te tomas una taza de té caliente.
La foto que comparto hoy es una de esas, y toda una declaración de intenciones. Amo el mar. Ya está, lo dije. No podría vivir sin él. Tengo tradición marinera y aprovecho el mínimo tiempo que la vida me regala para escapar y, simplemente, contemplarlo.
Creo que sólo hay tres cosas que no te cansarías nunca de contemplar: un bebé en su cuna, el fuego en una chimenea y el mar. El mar siempre sorprende. Y no sólo porque cambia de un día a otro, de una hora a otra, de un recodo a otro, sino porque esconde tesoros que cuando los ves por primera vez te parece que la vida te ha cambiado.
Eso es lo que me ocurrió el día que hice esta foto. Estaba en el muelle esperando que viniera a recogerme un barco para llevarme a alta mar. Tenía un objetivo: ver ballenas. Os puedo asegurar que lo cumplí y con creces.
No os puedo describir la emoción que se siente al ver emerger un gigante desde el fondo del mar a la superficie y oirlo respirar, mojarte con su sifón y ver todo su cuerpo transcurrir plácidamente al lado de tu bote. Se te para el corazón e inmediatamente te invade una sensación de ternura y de complicidad con la Naturaleza. Otras veces las he podido ver (en Sudáfrica, en Nueva Zelanda) pero mi primera vez la recuerdo como si fuera hoy.