Cuando contemplo las obras de arte que el hombre ha hecho con sus manos siempre me invade la misma pregunta. Cómo puede ser que una especie que es capaz de hacer conmover a sus semejantes con sus expresiones artísticas, sea también capaz de cometer las peores atrocidades. Y la respuesta que siempre me viene a la mente es la misma: No es cuestión de especie, es cuestión de individuo.
Así que me he formado la idea de que los individuos que son capaces de crear arte, son incapaces de cometer atrocidades. Al menos en la inmensa mayoría de los casos, siempre puede haber excepciones, claro está.
El arte es algo muy subjetivo. Creo que tiene que ver con aquéllo que es capaz de agitar el interior de las personas, hacerlas pensar y sentir más allá de la razón y al final conseguir que sean mejores.
Y no me refiero exclusivamente a la pintura, escultura, arquitectura de los grandes artistas, incluyo también esas pequeñas obras de arte que manos de artesanos han dejado en edificios religiosos y civiles, en objetos cotidianos o exclusivos, en libros, en indumentaria, piezas textiles, etc.
La fotografía de hoy ilustra perfectamente lo que os intento explicar. Se trata de la decoración de uno de los muros exteriores del Palacio Real de Bangkok, concretamente del Panteón Real. Todo cuánto cubre el exterior del templo, desde el suelo hasta el techo es una completa sinfonía de color, realizada pieza a pieza formando una decoración floral digna de sus últimos moradores.