Mi viaje a China fue en 2001. Lo recuerdo perfectamente porque salimos de España justo una semana después del fatídico 11-S que arrasó el centro de Manhattan. Todos nuestros familiares, amigos y conocidos nos decían que estábamos locos de no suspender el viaje, a nosotros no nos pareció que fueran unas fechas más peligrosas que las precedentes y que los controles en aeropuertos serían férreos. Así fue. Cualquier parecido con los controles que tenemos en la actualidad es pura anécdota.
Llegar a Pekin, via París, fue una aventura de largas colas en los controles de pasaportes y de seguridad. Pero no exigía nada más que paciencia.
Pekín era en aquel momento una ciudad en pleno desarrollo, que sorprendía a los visitantes precisamente por la ausencia de noticias que el régimen chino tiene por costumbre ejercer. Así que, no es de extrañar que nos quedásemos alucinados con la visión de la ciudad: altísimos rascacielos flanqueando las principales arterias de la ciudad, autopistas que se cruzaban una sobre la otra como en un scalextric gigante, una contaminación que apenas te dejaba respirar y miles y miles de personas andando, en moto, bicicleta, coche o autobuses en actividad frenética.
Cruzas la plaza Tiananmen y te encuentras en la entrada de la Ciudad Prohibida. Y cuando cruzas la puerta sobre la que está colocado el retrato monumental de Mao, estás en otro mundo. Un mundo en el que todo parece exclusivo, reservado para los dioses o los emperadores. Los inmensos patios en los que se realizaban los actos oficiales y las recepciones a las embajadas extranjeras, los pabellones de intendencia, los alojamientos de los sirvientes, nobles, funcionarios, las escuelas de formación, los establos, las salas de recepción, los palacios. Todo es maravilloso. Seguro que todos lo recordaréis puesto que se han rodado varias películas en el interior, la más famosa "El Último Emperador".
La fotografía muestra uno de los pabellones en los que se recibía a los embajadores extranjeros antes de presentarse ante el emperador. El documento no tiene la calidad de la fotografía digital puesto que lo tomé con cámara analógica, pero ilustra perfectamente el texto.