jueves, 24 de noviembre de 2016

SON LAS FOTOGRAFÍAS DE MIS VIAJES. Rotorúa. Nueva Zelanda.

En todos mis posts sobre Nueva Zelanda he puesto de manifiesto mi absoluta rendición frente al espectáculo que ofrece el medio ambiente en esos lares. Ninguna otra parte del mundo, incluida Canadá, muestra una naturaleza tan pura, primigenia.
Uno de los lugares que más sorprende, si es que algo puede llegar a sorprender más que el conjunto, es Rotorúa. Desde que pones los pies en la ciudad intuyes que algo desconocido está frente a ti, oculto pero latente, puesto que el olor a azufre es intensísimo. Al principio es un poco desagradable, pero en cuanto te acostumbras ni lo percibes.
Rotorúa es un centro geotermal de primera magnitud, uno de los más activos del mundo. Sus aguas termales, su actividad volcánica y sus calderas son famosas entre los neozelandeses, pero también entre los extranjeros, desde tiempos inmemoriales. Ya los antiguos pobladores maoríes conocían de las virtudes de ese fenómeno y lo utilizaron como energía y como fuente de salud.
Visitar el parque geotermal es una experiencia única. Se trata de una zona volcánica de gran extensión por la que se puede pasear libremente por caminos marcados. En cada punto de interés encuentras carteles que explican el lugar en el que te encuentras. Lagunas de colores inverosímiles, aguas humeantes, barros que burbujean a tus pies, chimeneas por las que sale humo de forma continua o intermitente, y como colofón los géiseres de vapor de agua, de los que ya os hablaré en otro post.
Son diversas las actividades que puedes realizar en Rotorúa, a orillas del magnífico Segundo Lago (en maorí Te Rotorua-nui-a-Kahumatamomoe), parasailing, zorbing, senderismo, piragüismo, puenting, … y para los más tranquilos, entre los que me incluyo, un baño de barro y de vapor en las aguas calientes y sulfurosas de las múltiples piscinas que varios centros termales ofrecen a los visitantes. La piel te queda como la de un bebé, os lo aseguro.
La fotografía que comparto corresponde a la Caldera del Diablo, en el parque volcánico. Un lugar en el que no puedes ni acercarte al agua porque el lago está a más de cien grados de temperatura, pero que muestra, en las rocas circundantes, un maravilloso caleidoscopio de colores de los minerales depositados a lo largo de los siglos. Sólo hay dos lugares en el mundo en los que los colores de las rocas me impresionaron de igual forma: los techos de las construcciones excavadas de ciudad de Petra y los suelos de la Caldera del Diablo. Tan lejos unos de otros y tan espectaculares los dos.

2 comentarios:

  1. Me encanta tu entrada, Elisenda. Me muero de ganas por viajar, tú lo sabes bien porque te lo he comentado cientos de veces, y este país está en los primeros puestos de mi lista de espera; por eso, cada vez que publicas información sobre este paraíso, la devoro con impaciencia.Ojalá no tarde mucho en poder intercambiar contigo impresiones sobre este fantástico país.

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    1. Seguro que mucho antes de lo que piensas estás tomando el vuelo... bueno, los vuelos para ir a ese maravilloso país. Yo espero con impaciencia jubilarme para poder disfrutarlo con calma, durante algunos meses. Un beso, princesa.

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