Recién llegada de mi viaje a Myanmar, todavía afectada por un tremendo jet lag que me levanta de la cama a las cinco de la mañana y me deja KO a las diez de la noche, tengo la sensación de haber realizado uno de los viajes más especiales de mi vida.
Ningún otro lugar de los que he visitado previamente ha dejado en mí una sensación parecida, a pesar de haber estado en más de cuarenta países. Y es que Myanmar, conocida también como Birmania, es una de las naciones más ricas en recursos naturales de sudeste asiático y en cambio una de las más deprimidas económicamente.
Un régimen militar en el poder durante décadas, que se mantiene de forma tácita en la actualidad a pesar de los esfuerzos de una incipiente clase política capitaneada por "la señora" (Premio Nobel de la Paz), acapara todas las riquezas del país (gas natural, piedras preciosas, jade...) mientras que el resto de la población lucha por seguir adelante con una renta diaria de menos de dos dólares. Así que ya os podéis imaginar cual es el estado de un país en el que sus riquezas se desvían a los bolsillos privados de los militares en el poder.
Pero el carácter de los birmanos es alegre y siempre responden a una sonrisa. Quizás tengamos que aprender alguna lección de su felicidad basada en casi nada.
Budistas convencidos -quizás el país en el que de forma más intensa he comprobado el seguimiento de la filosofía de Buda- fundamentan cualquiera de sus comportamientos en sus enseñanzas.
Os contaré una anécdota: en los autobuses urbanos van el conductor y dos auxiliares. Uno de ellos cuenta a las personas que suben al autobús (siete, son siete) y el otro pasa por el pasillo central entre una maraña de cuerpos apiñados para pedir que paguen el billete. En caso de que alguien no haya pagado, se oye al auxiliar con un soniquete:
Os contaré una anécdota: en los autobuses urbanos van el conductor y dos auxiliares. Uno de ellos cuenta a las personas que suben al autobús (siete, son siete) y el otro pasa por el pasillo central entre una maraña de cuerpos apiñados para pedir que paguen el billete. En caso de que alguien no haya pagado, se oye al auxiliar con un soniquete:
- Siete, han subido siete y sólo han pagado seis... falta uno...
Si no obtiene respuesta, se dirige de nuevo al personal:
- Somos budistas, no podemos mentir... falta uno por pagar....
Lo repite tres veces y si el moroso no paga, le echa la maldición gitana (budista, perdón!)
- El que no ha pagado se va a reencarnar en el neumático viejo de este autobús, que rueda sin parar y tendrá que cargar durante toda su vida con el peso de los que pagan y de los que no.
¿Myanmar? ¡No me lo creer! ¡No hemos coincidido por poco!
ResponderEliminarEste año... con más vacaciones que otros, ha formado parte de nuestra ruta por Asia, junto con Tailandia y Malasia. Por cierto en el Buda de Wat Si Chum, en Sukhothai, me acordé de ti.
Espero que lo hayas disfrutado.
Un beso
Me alegro de vuestro viaje. Seguro que ha sido fantástico. Gracias por acordarte de mí.
EliminarMyanmar precioso. Vale la pena.
Un beso, guapísima.
Gracias! He disfrutado de tu viaje en bus........ extraordinario post
ResponderEliminarGracias por viajar en él conmigo. Una experiencia que no se olvida. Un beso, Esperanza.
EliminarLo siento mi maquinita me la juega ...por fa quitar los dos primeros
ResponderEliminarDon't worry!
EliminarDesde que vi de pequeña la película "El rey y yo", me enamoré del país de la sonrisa permanente. Intuyo que con tus fotos y tus anécdotas vas a hacer que mis dientes crezcan por la envidia, Elisenda.
ResponderEliminarVeremos cuánto tiempo tengo para publicar. Fotos no faltan, porque entre Dubai y Myanmar he hecho más de mil doscientas. Así que ahora toca clasificar y poner en orden para encontrarlas en el futuro. Seguro que sin mis fotos también te haces una idea de lo hermoso que es Myanmar. Que lo es y mucho. Un beso, guapísima.
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