miércoles, 12 de octubre de 2016

SON LAS FOTOGRAFIAS DE MIS VIAJES. Canterbury Plains. Nueva Zelanda.

¿Es cierto que en Nueva Zelanda hay 9 ovejas por cada habitante?. No sé responder exactamente a esta pregunta que circula en el vox populi, pero os aseguro que ¡hay muchas!. En la actualidad se estima que aproximadamente unos 40 millones, pero a principios de la década de los 80 la población era de más de 70 millones. Se trata pues, de todo un símbolo para el país, que le ha convertido en el mayor exportador mundial de lana y carne de ovino. 
Desde que Cook introdujera en el país las ovejas merinas de raza española, la expansión de este mamífero ha sido constante. Las necesidades de los ganaderos de disponer de una raza autóctona que tuviera lo mejor de las razas europeas, es decir, buena lana y buena carne, les llevaron a realizar cruces entre las ovejas merinas, de excelente lana, con varias razas británicas, mejores productoras de carne.
El resultado no pudo ser mejor y se consiguieron varias razas de ovejas propias de Nueva Zelanda, como las corriedale, las perendale o las romney, entre muchas otras. 
Ver los prados de las inmensas granjas neozelandesas es un espectáculo. Pastos hasta donde te alcanza la vista plagados de pequeñas motas blancas diseminadas, a veces en pequeños grupos, otras en grandes rebaños durante kilómetros y kilómetros a lo largo de la carretera, a veces en un valle glaciar, otras en pequeños montículos y otras en valles tan fértiles que se oye crecer la hierba. 
Hacer una visita a una granja es muy aconsejable. Ver cómo el pastor y los perros gobiernan rebaños de miles de ovejas, asistir a una fiesta de la esquila, ver nacer corderitos, tomar queso de oveja fresco o dar el biberón a los corderos lechales es una experiencia que no olvidaré nunca.   
Los granjeros son tan buenos esquiladores que su Asociación Nacional solicitó que esquilar ovejas fuera un deporte olímpico, puesto que requiere habilidad, técnica y esfuerzo físico como cualquier otro deporte. Ni que decir tiene que son los mejores del mundo, capaces de esquilar una oveja en medio minuto, como lo demuestran en el campeonato mundial que se celebra cada año.


domingo, 2 de octubre de 2016

SON LAS FOTOGRAFÍAS DE MIS VIAJES. Yangon. Myanmar.

Recién llegada de mi viaje a Myanmar, todavía afectada por un tremendo jet lag que me levanta de la cama a las cinco de la mañana y me deja KO a las diez de la noche, tengo la sensación de haber realizado uno de los viajes más especiales de mi vida. 
Ningún otro lugar de los que he visitado previamente ha dejado en mí una sensación parecida, a pesar de haber estado en más de cuarenta países. Y es que Myanmar, conocida también como Birmania, es una de las naciones más ricas en recursos naturales de sudeste asiático y en cambio una de las más deprimidas económicamente. 
Un régimen militar en el poder durante décadas, que se mantiene de forma tácita en la actualidad a pesar de los esfuerzos de una incipiente clase política capitaneada por "la señora" (Premio Nobel de la Paz), acapara todas las riquezas del país (gas natural, piedras preciosas, jade...) mientras que el resto de la población lucha por seguir adelante con una renta diaria de menos de dos dólares. Así que ya os podéis imaginar cual es el estado de un país en el que sus riquezas se desvían a los bolsillos privados de los militares en el poder. 
Pero el carácter de los birmanos es alegre y siempre responden a una sonrisa. Quizás tengamos que aprender alguna lección de su felicidad basada en casi nada. 
Budistas convencidos -quizás el país en el que de forma más intensa he comprobado el seguimiento de la filosofía de Buda- fundamentan cualquiera de sus comportamientos en sus enseñanzas. 
Os contaré una anécdota: en los autobuses urbanos van el conductor y dos auxiliares. Uno de ellos cuenta a las personas que suben al autobús (siete, son siete) y el otro pasa por el pasillo central entre una maraña de cuerpos apiñados para pedir que paguen el billete. En caso de que alguien no haya pagado, se oye al auxiliar con un soniquete: 
- Siete, han subido siete y sólo han pagado seis... falta uno...
Si no obtiene respuesta, se dirige de nuevo al personal:
- Somos budistas, no podemos mentir... falta uno por pagar....
Lo repite tres veces y si el moroso no paga, le echa la maldición gitana (budista, perdón!)
- El que no ha pagado se va a reencarnar en el neumático viejo de este autobús, que rueda sin parar y tendrá que cargar durante toda su vida con el peso de los que pagan y de los que no.
Ya veis, ese es el carácter de los birmanos. 

Estupa de Shwe Da Gon. Yangon.