La Alsacia es una de las regiones más bellas de Francia. Su capital, Estrasburgo, no podía ser menos. Se trata de una ciudad bellísima, en la que destacan varios barrios que le aportan, cada uno con sus características propias, ambientes muy distintos: el distrito universitario, con una de las universidades más afamadas de Europa; el financiero, con un conglomerado de entidades bancarias y empresas propias de cualquier gran urbe; el político, con el Parlamento Europeo, la Europol y la Corte Europea de los Derechos Humanos entre otras instituciones, y el núcleo histórico, declarado Patrimonio Universal de la Humanidad por la UNESCO, uno de los más bellos que he visto.
Pasear por este barrio es un placer para los sentidos, "La Petite France" es, a todas luces, un barrio encantador, plagado de casas de madera originales y rodeado de canales en los que antaño, curtidores, toneleros, carpinteros y otros muchos artesanos, ejercieron sus profesiones en gremios feudales desde la Edad Media.
Lo visitamos en el mes de julio, sufriendo una ola de calor tremenda que asolaba a toda Europa, y la verdad es que era preciso descansar a cada poco. Pero incluso con el calor, la belleza del barrio no disminuyó ni un ápice ante nuestros ojos. Los canales, los maceteros cuajados de flores, los turistas por doquier haciendo fotografías y buscando el mejor ángulo, las bicicletas apoyadas en las barandillas como si estuvieran ahí posando para las fotografías. Todo era maravilloso.
Recuerdo especialmente lo bien que me sentó un té frío con limón que tomé en una de las terrazas, mientras me abanicaba ante la observación ansiosa de otras turistas que miraban con embeleso mi abanico, suspirando por encontrar algo similar con lo que calmar el intenso calor.